Tranquilidad viene de tranca
No tenía por estos días ganas de escribir. Pero mi amo me dio un correctivo con una regla de madera que usa cuando desobedezco. Dejó claro que yo debo cumplir con estas entregas, como pena de castigo.
Eso hizo que comenzáramos un nuevo juego de poder. Yo me niego a redactar esta columna. Él me obligará a hacerlo por las buenas o por las malas. Todo muy sensual y sexual.
Porque en eso consiste la sumisión y el mando: en ejercer la autoridad sobre la base de rutinas que hacen sentir bien a la persona sometida y a quien la domina.
La rutina, lo esperado, la costumbre, tienen una gran importancia en los juegos eróticos y en las relaciones BDSM. Las reglas nos hacen falta a los sumisos, para disciplinarnos y a la vez para sentir la excitación por lo que sabemos está por venir si las incumplimos.
El castigo es como un premio por no acatar lo que el amo espera de uno. Pero a la vez es su posibilidad de acariciar su poderío, de ejercer su voluntad y hallar en ello una satisfacción mental y sexual.
Las prácticas regulares tienen un efecto excitador importante. Si me obligan a ponerme de rodillas, a vestir determinada ropa o a andar desnudo, a cumplir órdenes precisas, incluso sin connotaciones sexuales, a satisfacer los deseos de la persona dominante o de sus amistades en su presencia, a humillarme con decisiones aparentemente arbitrarias o tratamientos degradantes, todo eso ejerce una extraña fascinación en quienes entregamos nuestra voluntad a un dueño o señor.
Es la tranquilidad de no tener que pensar ni adivinar qué le sigue. Sabemos cuál es nuestro lugar y lo que se espera de uno. Eso colma nuestra felicidad y nos llena de realización, tanto como a quien domina le resulta cautivante que hagamos siempre lo que se nos pide, como lo pide y cuando lo pide. A veces hasta sin pedirlo, solo por la fuerza de la repetición, de lo que ya está dicho que le gusta al amo, y es nuestra obligación proveer.
Todo eso se completa en el momento del acto sexual, que también puede implicar posturas, roles, acciones reiteradas que dejan claro quién manda y quién obedece. Las posiciones y ritmos para la felación, el modo y el tipo de dolor que se nos administra durante la penetración, la forma de alcanzar el clímax durante el coito. Todo difiere de un amo a otro, de un sumiso a otro, pero en una pareja o relación BDSM a la larga se establece cierta regularidad, que nos ofrece seguridad, confianza, y esa vieja tranquilidad que, como decía mi abuela para referirse al castigo corporal, viene de tranca…