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Una letra para dominarlos a todos. De la lingüística y el BDSM

Una letra para dominarlos a todos. De la lingüística y el BDSM
Photo by Jon Tyson / Unsplash

Son tiempos tormentosos, la era de Acuario le dicen. Una era donde las personas necesitan compartir todo, desde su cosmovisión hasta sus intereses. Los estudiosos de los fenómenos sociales y astrológicos, llevan anunciando la gran revolución humana y por momentos parece que ya estamos aquí.

Todas las expresiones creativas están sujetas a las críticas por ser o no ser, por representar o no, por insultar o no. Es un momento difícil, como se presupone que deben ser los grandes cambios. La comunidad BDSM no está exenta de esta lupa, es por eso que, en este artículo, se hablará de la inclusión, su lenguaje propuesto y como esto repercute en todo el contexto de la comunidad.

Antes del látigo, fue la lengua.

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Para asegurarnos de que recorremos este camino juntos, confirmemos nuestro punto de partida.

Se conoce como inclusión aquello que incluye algo o que tiene la capacidad para hacerlo. También aquello que permite la participación de segmentos de la población, tradicionalmente excluidos en la vida sociocultural.

Por ende, al referirnos al lenguaje inclusivo, hablamos de ese que cuestiona el sexismo y la discriminación.

Las lenguas romances conciben a los mortales como seres binarios, cuya generalización va en favor de los hombres. La única excepción de esta norma es Yahvé, el único ser sin género. Esta norma respondió a un momento histórico, en un marco social determinado. Un reflejo claro de la sociedad reinante. Era, como se suponía que fuese.

El feminismo, principal estructura social al frente de la revolución social por la igualdad de género, incluyó la reforma lingüística como parte de su lucha, desde alrededor de 1970. Apuntaron al establecimiento del género masculino como opción por defecto, subrayando como esto invisibiliza la existencia del género femenino y sus roles diversos.

El impacto inmediato fue virtualmente inexistente, el lenguaje ya estaba establecido y ninguna de las razones brindadas para su modificación, parecía tener importancia.

Las generaciones pasaron, las inconformidades no lo hicieron con ellas y nos enfrentamos a la misma polémica con distintos representantes.

El lenguaje no es más que una porción ínfima del cuadro. Sin embargo, el idioma se ha convertido en la muleta predilecta del movimiento inclusivo.

Tras el lema escogido de manera inconsciente de lo que no se nombra no existe, se danza entre la sobresimplificación e irónicamente, en la generalización.

Es así como por transitividad, se termina colocando alrededor del cuello de la comunidad BDSM, un collar de heteropatriarcalidad tránsfoba.

Un collar ajustado

Visibilidad de género y protocolos BDSM

Los protocolos existen como una forma de expresión de valores dentro y fuera de la comunidad. Delimitan las características y reglas por las cuáles una dinámica se rige en lo privado y en su interacción con el medio.

A menos que se especifique lo contrario, los protocolos dependen del estilo de relación de los involucrados y el entorno en el cual se desenvuelven. Estos pueden existir dentro de los rituales según se determine, fortaleciendo la sensación de comodidad que la repetición proporciona.

Algunos idiomas han sufrido menos los percances del género en el lenguaje dentro del BDSM, solo porque sus denominaciones carecen de identidad, a menos de que este se especifique.

Los casos más frecuentes son dom/dominant y sub/submissive, que han sido adoptados, por ejemplo, por hispanohablantes y francófonos, para saltar el debate que trae consigo.

Un hecho innegable es que cada individuo habla de lo que conoce; por tanto, si eres una dómina heterosexual, hablarás de dóminas y sumisos sin que esto signifique que niegas o discriminas a las sumisas homosexuales, por mencionar alguno.

De aquí la importancia de extrapolar las explicaciones o anécdotas, sin necesidad de actuar ofendidos o ridiculizar al prójimo. Muchas veces el sexismo o la discriminación que percibimos en otros, no viene de la lengua, sino de quién la posee.

Mañana no amanecerá con todos aceptando la inclusión desde la convicción en vez de la obligación, pero una vez enunciado el conflicto, lo apropiado es brindar a la vez, recomendaciones para darles solución.

Propuestas intracomunitarias

  1. No ser condescendientes.
  2. No asumir el rol que una persona desempeña dentro de una dinámica. Ante la duda, siempre pregunta.
  3. Si presentas alguna incomodidad con la forma en la que alguien se está refiriendo a ti o a un tema en particular, exprésalo sin injuriar.
  4. Álzate contra cualquier violación de consentimiento de la cuál seas testigo.
  5. Respeta los límites establecidos por el prójimo.

Estrategias retóricas del lenguaje

Binarias

  • Implementación de duplicaciones (Ej: señores y señoras).
  • Visibilización de las mujeres independiente del rol que desempeñen.

No binarias

  • Desinencia genérica masculina por los morfemas “x”, “@” y “e”, para la integración del tercer género social.

Inclusión consensuada

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En la búsqueda por el cambio, las personas han aprendido hablar mucho y decir poco, en un intento, muchas veces fallido, de tener algo similar a una comunicación eficaz en estos tiempos de inclusión. Transmitir las ideas o tener una conversación casual, se ha convertido en una lucha perpetua entre ser malinterpretado o herir la sensibilidad del prójimo. Sin términos medios aparentes.

Aunque prescindir del género parece ser la solución para todos los conflictos, es solo un atajo para una cuestión mucho más extensa.

Abogar por la equidad de género y la consiguiente integración sociocultural es un paso adelante, pero se debe tener en cuenta que si bajo la bandera de inclusión, se intentan forzar conductas, se estarían violando los pilares de la comunidad.

Lo que se busca o al menos, lo que se debería buscar dentro y fuera, debe trascender del uso o no de una letra, para unificarnos a todos.