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La obra eres tú

La obra eres tú
Imagen por DallE3

Él se encontraba disperso, miraba aquel panfleto de la parada una y otra vez. Sus ojos brillaban de emoción, tanto que casi me atrevería a decir que desprendían purpurina.

-Mmm, quieres ir, ¿no? Pues te tengo algo mejor.

Le propuse hacer una sesión como santa y su reno, mejor hacer el espectáculo nosotros, ¿no? Enseguida aceptó y su mirada se llenó nuevamente. Ya estábamos llegando a un consenso, pero había algo que no le contaba…

Me aseguré de que la sorpresa no fuera a causarle un gran daño psíquico, tantée el terreno, después de todo lo quería mucho como para hacerle algo grave.

Nos estuvimos preparando toda la tarde. Mientras él estaba en el baño, aproveché para hacer unas llamadas y arreglar otras cosas. En mi mochila había espacio suficiente para todas las “herramientas” necesarias para controlar a un reno, y alguna que otra cosilla más.

Llegamos a un callejón poco iluminado, sus pelos de punta mientras yo admiraba la luna y las estrellas para contener la emoción.

-Es hora -le dije con una ligera sonrisa mientras giraba el picaporte de aquella misteriosa puerta.

Entramos. En pura penumbra estaba el lugar aquel donde iba a cumplir sus fantasías de nuevo, pero esta vez íbamos a ir un paso más allá.

-¿Preparado? -le dije mientras tomaba uno de los juguetes.

-¡Ehh!, sin spoilers -quedamos en que estaría privado del sentido más importante del ser humano; la vista.

-Tienes razón, entonces apresúrate que no puedo esperar.

-Es que no conozco muy bien este lugar, me da un poco de mala espina aún estando contigo y todo.

-Mmm… Si quieres cambiamos de lugar.

-No, está bien -esa sentencia me alegró el alma, no quería que se viera arruinada la sorpresa.

Verán, le encantaba la humillación, siempre le ha dado morbo hacer… cosas, en lugares públicos. Ya lo habíamos hecho en un estadio, en un parque, en lugares abandonados, casi siempre donde transitaban pocas personas, aunque eso no significa que no haya pasado nada frente a espectadores.

Vendado, atado al carruaje, fusta en mano. Un viaje al cosmos sin tanta maquinaria pesada ni tanta mierda, tan solo unas pocas herramientas y tu persona preferida. Con la señal acordada le dimos comienzo a la sesión y le puse una mordaza con una deslumbrante bola roja.

Ha comenzado.

Latigazo, latigazo, gemido, nalgas enrojecidas, todo un paraíso. No podía pedir más, mucho menos aguantar. Mi amigo estaba más duro que una roca, desesperado por encontrarse con los interiores de aquel “reno”.

Solté la correa, me bajé del carruaje y me detuve ante sus ojos vendados. Acariciándole la cara con mi miembro y jugando con sus astas le pregunté si estaba listo, su respuesta era obvia.

La penetración, el comienzo, se disfruta tanto como el fin.

-¡Ay! Umm.. suave –amaba cuando decía eso, cuenta me daba de que el deseo se apoderaba de mi mente y siempre me gustaba bailar en esa fina línea que delimitaba; para sentir más.

Dentro, fuera, aquellas astas cumpliendo otra función a parte de la suya; serme de apoyo. Agarrando al toro por los cuernos… o bueno, al reno por las astas, la velocidad y los gemidos se hacían más frecuentes.

-¡NO! -vociferé mientras lo tomaba fuertemente por el cuello –Todavía no es hora.

Un pequeño suspiro en forma de gemido se hizo notar, pero era muy pronto, apenas llevábamos 30 minutos en aquel show.

-Lo siento.

Se me hacía imposible aguantar demasiado en aquella situación, por lo que le susurré -Es normal, yo casi eyaculo también. Anda, vamos a soltarte un poco.

Viles ilusiones, o bueno, creo que era de esperarse, esta vez lo amarré al lado derecho del carruaje, de frente al público. Sus pezones con cadenas me ponían… ¡Y de qué manera!

Caricias, latigazos, apretones, besos. Su piel era perfecta, su cara también, aún estando cubierta parcialmente.

-Vamos de nuevo.

-¡Si, por favor!

Y ahí estuvimos, dando lo mejor de nosotros, hasta que acabamos a la misma vez.

– ¡Feliz navidad!

Todos en el escenario comenzaron a aplaudir y a vociferar elogios mientras yo le quitaba las vendas.

-Di..dime que esto es un sueño -su voz me alertó, ese tono nunca lo había escuchado y temía lo peor. Todo comenzó a oscurecerse de la nada. ¿Acaso lo perdí? Era el pensamiento que me acosaba.

-No, no es un sueño. ¿E… estás bien?

-¡Por qué no me dijiste! Ahora quiero… quiero hacerlo de nuevo pero sin vendas -su expresión era indescriptible. Conociéndolo, quería regresar el tiempo atrás y mirar de frente a los espectadores, las reacciones eran lo que lo llenaban.

-Jajajaja, me tenías preocupado. ¿Qué piensas del regalo?

-Casi perfecto, pero no me llevaste a la obra -estaba muy entusiasmado con el tema ese, pero.. ¿De qué manera le decía? -Querido… La obra eres tú.