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Feminismo de rodillas. La integración feminista al BDSM

Feminismo de rodillas. La integración feminista al BDSM
Photo by Mika Baumeister / Unsplash

Desde el siglo pasado, la guerra de sexos ha sido una nota constante dentro de los debates más acalorados sobre el progreso social. La bienvenida a nuevas eras, segrega la sociedad en estratos cada día más distante. Cabe la pregunta: ¿A dónde nos dirigimos?

El sexo y por ende la sexualidad, constituye hasta el día de hoy, una de las razones en la fragmentación feminista. Es por eso que, en este artículo, trataremos el feminismo y su vinculación, si es que existe alguna, con el BDSM.

Feminismo de libro

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El feminismo constituye una doctrina y movimiento académico, económico, cultural, político y social, que aboga el reconocimiento para la mujer, de las mismas capacidades y derechos que para el hombre.

Tipos de feminismo

Se reconocen en su estudio, diversos tipos de feminismo entre los cuales podemos destacar el liberal, el radical, comunitario y el de la igualdad. Cada uno se presenta con una serie de caracteres específicos para cada movimiento. Esto trae como consecuencia que, dentro del feminismo, sus defensores discrepen constantemente en sus enfoques, sus agendas y sus proyecciones sociales. Esto lleva arraigado que algunos feministas sientan cierta vergüenza a identificarse como tal.

Derechos humanos de la mujer

“Igualdad de género” gritan en las protestas con el pecho al descubierto. “Somos iguales a los hombres”. Pero no lo somos. En la lucha se ha confundido privilegios masculinos con derechos, por lo que se puede estar abogando por algo inalcanzable. Desde los inicios de la batalla feminista contra la opresión, se dieron pasos gigantescos en el reconocimiento de la mujer como un individuo capaz.

Algunos de los derechos humanos vigentes para la mujer recogen:

  • Derecho a la educación
  • Derecho a la salud
  • Derecho al desarrollo
  • Derecho al trabajo
  • Derecho a la participación política
  • Derecho a una vida libre de violencia
  • Derechos sexuales y reproductivos.

Los dos últimos mencionados, constituyen la piedra angular de las campañas de desinformación, en lo referente al BDSM.

El patriarcado me hizo hacerlo

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Teoría del placer inducido

Esta teoría señala que el placer femenino hacia las prácticas BDSM, descritas como misóginas por varias activistas, es el resultado de la inducción por parte de estructuras sexistas heteropatriarcales. Sostienen que el placer femenino proveniente de la sumisión y las prácticas sadomasoquistas, son una respuesta condicionada. Esto quiere decir que, si se retiraran dichas estructuras opresivas, las conclusiones femeninas acerca de lo que es placentero o no, serían distintas en su totalidad.

En ese caso, ¿no se estaría dejando a merced de otra persona, el control absoluto sobre la expresión de la sexualidad femenina?

Polarización del BDSM

La divergencia de criterios en lo que respecta a la comunidad, parte de una raíz antigua: la postura del feminismo ante el sexo. Esta fijación con debatir todo lo relacionado con el sexo, no es un mero capricho y es que la sexualidad no existe divorciada de la sociedad. La forma en la que exploramos nuestra sexualidad repercute en nuestra cosmovisión y se extiende con nuestras interacciones sociales, lejos de la cama.

En los años setenta se discutía el trabajo sexual, los roles butch/femme, la representación femenina en la pornografía y el feminismo lésbico. Las confrontaciones oficializaron la existencia de dos vertientes feministas; una defendiendo el BDSM como una expresión válida de la sexualidad e identidad sexual femenina y otra, exponiéndola como violencia contra la mujer, con pasos extras. A finales de la década, se tachaba de hipócrita a toda aquella que negara el binomio feminismo-BDSM de mutuamente excluyente, mientras se consideraba feminista.

Con la llegada de los años ochenta, el feminismo prosexo ganó fuerza con la declaración de la libertad femenina de explorar su sexualidad, de la manera que considerara conveniente. Años más tarde, en un intento por reducir el abismo entre los dos bandos, se propone el escrutinio de los conceptos y concepciones feministas, así como su enfoque anti-BDSM. Como era de esperar, la brecha se hizo más amplia al no conciliarse un medio de regulación para las prácticas BDSM, más allá de las dictadas por el sentido común y los principios de seguridad.

Violencia de armario

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Sobre los hombres se tiende un velo de juicio. La violencia se marca como algo inherente del género, inmortalizando a las mujeres como víctimas perennes de sus caprichos. Y, ¿dónde se esconden estos seres diabólicos llenos de perversiones normalizadas? Según un porcentaje no despreciable de la tercera ola feminista, todos habitan dentro de la comunidad BDSM. En el mismo lugar que residen las sumisas como un resultado, según sus análisis, de severos daños de autoestima e historias familiares.

A esta conclusión puede llegar cualquier individuo sin estar vinculado al movimiento feminista y, a pesar de que le deben a su crecimiento humano, ahondar en los temas que les conciernen y perturban, el malentendido es comprensible.

El sexo rudo y el abuso sexual es vendido bajo el nombre de BDSM, solo porque alguien le parece lo mismo. Socialmente se obvia que, disfrutar ladrar órdenes no te hace dominante y ser sumiso no es limitante para ser abusivo.

Es cierto, muchos depredadores sexuales han encontrado en el acrónimo, un escudo para su desfachatez. Es cierto, la comunidad no siempre es transparente en su resolución de estas eventualidades. Pero considerar que el BDSM existe solo como un sustituto violento de las relaciones convencionales, lleno de desprecio cultural por el sexo cuidadoso desde el respeto mutuo, es un error de proporciones titánicas.

De hecho, muchas dinámicas no contemplan prácticas dolorosas y los dominantes suelen gestionar una serie de elementos que se pudieran considerar serviciales, para su contraparte.

El consentimiento dentro de las prácticas, no es un método para invisibilizar la violencia. Se insta la denuncia de cualquier comportamiento nocivo para la salud física o mental, dentro y fuera de la comunidad.

BDSM empoderado y el feminismo, también.

La sexualidad en todo su esplendor, es una amalgama de condicionantes socioculturales y más importante aún, de exploración informada. La curiosidad forma parte del método científico. Una sexualidad saludable y responsable, contempla el análisis crítico de todo aquello que nos resulte erótico y activamente estimulante.

La sexualidad en todo su esplendor, es una amalgama de condicionantes socioculturales y más importante aún, de exploración informada. La curiosidad forma parte del método científico. Una sexualidad saludable y responsable, contempla el análisis crítico de todo aquello que nos resulte erótico y activamente estimulante. Las experiencias pasadas pueden distorsionar de modo significativo nuestra percepción de la realidad y, por ende, nuestras opiniones al respecto. Esto debe tenerse en cuenta en la vida cotidiana, sexo incluido.

Si resulta insondable la brecha entre el feminismo y la práctica activa de BDSM, construyamos un puente.