El juguete no hace al amo
El uso de juguetes y accesorios para someter, humillar y provocar fuertes sensaciones de placer y dolor son una antigua práctica entre amos y esclavos. A nadie le molesta, al contrario, unos atractivos implementos que condimenten esa relación de dominación – sumisión. Pero algo muy distinto es sobredimensionar la importancia de tantos andariveles.
Lo digo por experiencia propia. Mis mejores momentos de obediencia no han sido con sofisticados juguetes ni aditamentos de Primer Mundo. Todo está, como siempre, en la actitud de la persona dominante, que incluye también su pericia para utilizar esos complementos cuando están disponibles.
En Cuba, ya sabemos, sin tiendas legales o públicas para el acceso a tales artilugios, cualquier complemento a este tipo de relación sadomasoquista es un suceso, una oportunidad y hasta una fiesta. Pero hay quienes se pierden en la importancia del objeto, y al final cuando llega la sesión de sexo resultan más aburridos que una película india.
Aquí, por suerte, casi cualquier cosa puede convertirse en un temible consolador. Un azote lo podemos dar y recibir hasta con el gajo de una mata. La inmovilización se logra incluso con la ropa que se quitan los miembros de la pareja. Y a falta de presillas para los pezones en todas las casas tenemos palitos de tender.
Son ejemplos de juguetes artesanales o usos alternativos en sustitución de toda esa parafernalia de tarecos que venden las tiendas de los países desarrollados, los cuales según mi experiencia muchas veces son muy caros y muy malos o poco duraderos, y tan rebuscados que dejan poco espacio para la imaginación.
El dominio y la servidumbre desde las acciones concretas la mayoría de las veces excitan más que estar media hora tratando de desentrañar cómo se usa este o aquel implemento. Por supuesto, no tengo nada en contra de quienes sueñan con trajes de látex ni sofisticadas mazmorras llenas de utensilios para provocar o simular dolor y autoridad.
A todo buen sumiso le ha hecho ilusión verse en un ambiente que favorezca su obediencia al amo, y entregarse para ser usado con los juguetes que el amo quiera emplear para disciplinarlo como merece.
Para la persona dominante, también puedo suponer el morbo que representa imaginarse o verse en pleno control de la situación con los instrumentos precisos para causar dolor sin provocar daños.
Hay amos con un peculiar instinto para convertir lo más mínimo en una fuente de placer para sí y su esclavo. Mientras que otros parecerían prestarle más atención a las cosas que tiene a mano que a las sensaciones que provocan.
En fin, seamos creativos con eso de la falta de dispositivos BDSM, y no desaprovechemos la oportunidad de utilizarlos bien cuando tengamos la ocasión. Sin olvidar, por supuesto, que como mismo el hábito no hace al monje, tampoco el juguete hace al amo.